escrito por Javier Madinabeitia
A raíz de la polémica suscitada por la última sentencia del Tribunal Constitucional en relación al nuevo estatut o estatuto de autonomía catalán, comienzo escribiendo estas líneas con la modesta intención de comentar:
1) qué problemas políticos se han generado por las cuestiones de identidad regional
2) cómo se ordena territorialmente nuestro estado según nuestra constitución.
Como colofón al prólogo solo me resta disculparme por mi parcialidad y pedir excusas por mi exceso de osadía.
Primero: Comenzare por explicar qué es para mi una nación. Yo diría que la nación es la comunidad humana de distintas clases sociales que comparte un espacio de relación común (político, económico, cultural u étnico).
La tónica general tras el surgimiento de los nacionalismos políticos y la consolidación de las democracias viene a considerar que una nación debe ser un estado, que por el bien del país ha de ser lo mas homogéneo posible. Buenos ejemplos son las democracias en occidente más desarrolladas, que son las de los estados cuyas poblaciones son más homogéneas aunque para ello hayan tenido que recurrir a matanzas, destierros y limpiezas étnicas.
Nuestro país, en mi modesta opinión, está compuesto por diversos grupos o comunidades que han tenido y tienen su espacio de relaciones común. Para un empresario (vasco, catalán etc.) la monarquía, dictadura, república y gobierno eran el mismo y ha pesado lo mismo que para el trabajador campesino, sea éste vasco, catalán o chulapo. Al contrario de lo que dicen los nacionalistas más enardecidos, en especial los abertzales, no sería la primera vez que uno de ellos me intenta vender el cuento que el vasco vivió la dictadura con mayor dureza que el madrileño o manchego.
Lo que ocurre es que al tener esas cuestiones identitarias culturales un peso político reconocido por el sufragio, y el caos territorial que radica el tener un doble sistema de represtación de poderes e intereses regionales, ha convertido ese peso político en una cuestión que decide quién gobierna y hasta qué punto gobierna. Haciendo de la convivencia en el país más difícil. Constitucionalmente si tuviésemos claro que políticamente somos una cosa, el hecho de que reconozcamos una pluralidad cultural no sería motivo de alarma pero al no tenerlo claro viene el problema (leer Art 1y 2 de CE).
Segunda. Esta cuestión es puramente técnica puesto que constitucionalmente los artículos 141 reconocen la existencia de provincias que el régimen electoral convierte en unidades de elección. Y por el otro los artículos 143 hasta 151 reconocen la existencia de las CCAA, auténticos centros de poder regional, intereses divergentes y cuestiones identitarias.
La mayoría de los estados se organizan:
a) Uniformemente
b) Federalmente (El estado, unas competencias clave y el resto inamoviblemente para los centros de poder regional).
c) Confederalmente. Una serie de estados soberanos acuerdan agruparse para defender aquellos intereses que les sean comunes y arreglar las posibles divergencias por el arbitrio de una autoridad común.
España en cambio se ordena provincialmente en una mezcla entre los dos primeros sistemas y en el caso de las CCAA en un sistema mixto entre las dos segundas puesto que de facto existen tres tipos de Autonomía. La de Asturias y Cantabria, que al ser uniprovinciales tienen menos. Navarra y Canarias que tienen cierto grado de independencia fiscal y que estarián confederadas a España (Navarra total y Canarias aduanera). Y el resto que viven en distinto grado, a unos límites bien marcados pero ampliables.
La base jurídica radica en la vagueza de los límites existentes en los artículos 148 y 149 de la CE. Y en el mecanismo de flexibilización de los artículos 150 y 151 que por el sobrepeso de Cataluña y CA Vasca han acabado por desmarcarse del resto intentando igualar a Navarra. Y por la disposición transitoria cuarta, la que da pie a los derechos de Navarra aunque sean históricos.
Al problema hay que darle solución puesto que la ambigüedad en el modelo territorial ha acrecentado el problema identitario y amenaza con dividir a la clase obrera de España y lleva al típico recurso de las democracias modernas de la matanza o limpieza étnica tal como demuestra Amein Malaüff en sus obras, puesto que la aplicación del principio estado-nación también es inviable. USA, Rusia, Suiza, China, India y la Europa Balcánica sufrirían importantísimos trastornos. Si no desaparecían además de España.
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